DIEGO Y SU FAMILIA

Siento un cierto pudor al ponerme a escribir algo en derredor de Diego.

Quisiera haber sido amigo entre sus amigos.

Quisiera haber sido tuno entre sus tunos.

Quisiera haber sido coreuta entre sus coreutas.

Solamente he sido padre. El sabrá si bueno o no.

Hoy todavía se me hace un nudo en la garganta, muchos nudos, cuando os oigo hablar de él a todos vosotros.

Lo que si ha conseguido, cara consecución, es que su familia, mi familia, nuestra familia, se haya convertido en un maul apretado, arrollador, permanente.

Un fuerte abrazo para todos.

Luis Alberto Criado del Rey

MI RELACIÓN CON LA TUNA
EN CUATRO TIEMPOS

Belén Sáez Vera

 1. El coscorrón y el flechazo

Mi primer contacto con la tuna, allá en los años mozos, fue más bien agridulce.

Agri: por el golpe que me di.

Dulce: porque aquello me gustó muchísimo.

Paso a contaros.

Era verano. La Tuna venía a rondar a mi hermana y sus amigas. Nadie me había dado vela en ese entierro porque yo solo tenía trece años, y estaba dormida. No tan dormida. De pronto, me despertaron alegres músicas y canciones rompiendo la noche. ¡Claro! Me levanté como un cohete en aquella casa antigua con camas antiguas que, en vez de tener cuatro esquinitas tiene mi cama – cuatro angelitos me la guardan, tenían cuatro columnas en las cuatro esquinitas.

Desorientada y a oscuras, me estampané contra una columna y todas las estrellas del universo mundo se colaron en mi cuarto. Cuando por fin conseguí llegar al balcón, el espectáculo me fascinó tanto que me enamoré de todos los tunos; evidentemente fue un amor no correspondido pues yo era una adolescente desmañada y, encima, con un gran chichón en la frente.

 2. El tiempo didáctico

 Vallisoletana, sal a tu balcón, sal a tu balcón
que te estoy rondando

Había dejado atrás la adolescencia y había llegado el tiempo del coqueteo y la ronda. Ahora me rondaban a mí y esto era tremendamente importante.

Más tarde, me fui a Francia para dar clases de español en un colegio. Yo tenía el convencimiento de que La Tuna era algo tan nuestro como los toros y las sevillanas por lo que preparé unas lecciones sobre el tema, intercalando audiciones con los discos que me había llevado de España ¡Amigo! Destroné a la Piaf, a Aznavour, a Gilbert Becaud…. Por los patios de aquel brumoso Institut de Saint Dominique solo se oía:

Triste y sola, sola se queda Fonseca
Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corazón

Etc
, etc, etc.

Aquello gustaba a mis alumnas mucho más que D. Quijote o las rimas de Bécquer. Me volví tan popular que me llovieron las clases particulares; así, no tenía ni un minuto libre, pero con los francos que gané me fui a Italia de vacaciones.

Puede muy bien decirse que me “parcheé” un viaje y que aquellas gloriosas vacaciones se las debo a La Tuna.

3. El período de producción

A simple vista parece que este tiempo no tiene nada que ver con La Tuna. Pero sí, ya lo veréis.

Me había casado con un cantante; no era un cantante de profesión, aunque sí de devoción, y cantaba muy bien.

Empezaron a nacer alternativamente niños y niñas mientras nos hacíamos con amigos también alegres y también cantantes; cuando no discutíamos sobre lo divino y lo humano, cantábamos hasta la salida del sol.

En casa, en el coche, en las excursiones, sonaban continuamente los Panchos, los Chalchaleros, Mercedes Sosa, Jarcha, Gauchos 4, María Dolores Pradera, Cafrune, los de Palacagüina…. Y muchos más.

Los niños son como esponjas absorbiendo todo lo que les rodea, y así fue como aquellos niños absorbieron la música y la alegría de vivir. Fueron creciendo cada año un poquito hasta que un día me di cuenta de que había parido a cuatro tunos: Patán, Yogurín, Piojoso y Último ¡Quién me lo iba a decir a mí aquel día en que vi las estrellas!

 4. La tormenta y el arco iris

Patán, con esa pasión que pone en todo lo que le gusta hacer, se entregó tanto a La Tuna que consiguió abrir en casa la caja de los truenos:

-          ¿Y los libros?
-          ¿Y los exámenes?
-          ¿Qué horas son estas de llegar?
-          ¿Qué va a ser de ti el día de mañana?

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Era el mayor. Era el rebelde. Necesitaba romper el cordón umbilical.

Mi larga y amorosa relación con esa peculiar agrupación estudiantil llamada Tuna estuvo a punto de hacerse añicos. Creo que hasta la odié.

Había tormenta.

Pero no creáis que a Yogurín, Piojoso y Último les asustaron los truenos. Sabedores ellos de que después de la lluvia suele salir el sol, se fueron apuntando a La Tuna con aparente timidez y mucha mano izquierda: el traje se lo compraban con sus ahorros, los escudos se los cosían ellos mismos, salían de puntillas sin hacer mucho ruido….

Mientras tanto, su padre y yo cuchicheábamos en secreto:

-          Pues son buenos chicos.
-          Parece que algo estudian.
-          Al fin y al cabo, los tunos tienen su código de conducta.
-          Al fin y al cabo, mientras tocan la guitarra no hacen otras cosas.
-          Y sobre todo ¡Qué gusto da oírles cantar!

Estaba saliendo el sol. Cuando yo les veía marchar por el pasillo de casa con sus capas al viento y sus cintas multicolores como un arco iris en desorden, sentía muy dentro un puntito de orgullo, y me daban ganas de gritar:

¡Aúpa Tuna!

Dalila – Pancho – Koldo – Gominolo – Pernales – Patata – Mortadelo – OjeteCastrovita – Tácito – Basurillas – Lekio - Comadreja – y todos los tunos que resulta imposible enumerar; estas apresuradas líneas no van solo dedicadas a mis hijos, sino a todos vosotros. Insisto:

¡Aúpa Tuna!

Valladolid, 16 de enero de 2002.

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